Devocional para hoy, Junio 3
Discípulos del Maestro Celestial
Hemos hallado al Mesías, que quiere decir el Cristo. Juan 1:41
Mientras dos discípulos estaban cerca, Juan volvió a ver a Jesús entre
el pueblo. Otra vez se iluminó el rostro del profeta con la gloria del
Invisible, mientras exclamaba: “He aquí el Cordero de Dios”. Las
palabras conmovieron el corazón de los discípulos. Ellos no las
comprendían plenamente. ¿Qué significaba el nombre que Juan le había
dado: “Cordero de Dios”? Juan mismo no lo había explicado.
Dejando a
Juan, se fueron en pos de Jesús. Uno de ellos era Andrés, hermano de
Simón; el otro Juan, el que iba a ser el evangelista. Estos fueron los
primeros discípulos de Cristo. Movidos por un impulso irresistible,
siguieron a Jesús, ansiosos de hablar con él, aunque asombrados y en
silencio, abrumados por el significado del pensamiento: “¿Es éste el
Mesías?”
Jesús sabía que los discípulos le seguían. Eran las
primicias de su ministerio, y había gozo en el corazón del Maestro
divino al ver a estas almas responder a su gracia. Sin embargo,
volviéndose, les preguntó: “¿Qué buscáis?” Quería dejarlos libres para
volver atrás, o para expresar su deseo.
Ellos eran conscientes de
un solo propósito. La presencia de Cristo llenaba su pensamiento.
Exclamaron: “Rabbí,... ¿dónde moras?” En una breve entrevista, a orillas
del camino no podían recibir lo que anhelaban. Deseaban estar a solas
con Jesús, sentarse a sus pies, y oír sus palabras. “Díceles: Venid y
ved. Vinieron, y vieron donde moraba, y quedáronse con él aquel día”.
Si Juan y Andrés hubiesen estado dominados por el espíritu incrédulo de
los sacerdotes y gobernantes, no se habrían presentado como discípulos a
los pies de Jesús. Habrían venido a él como críticos, para juzgar sus
palabras. Muchos cierran así la puerta a las oportunidades más
preciosas. No sucedió así con estos primeros discípulos. Habían
respondido al llamamiento del Espíritu Santo, manifestado en la
predicación de Juan el Bautista. Ahora, reconocían la voz del Maestro
celestial. Para ellos, las palabras de Jesús estaban llenas de
refrigerio, verdad y belleza. Una iluminación divina se derramaba sobre
las enseñanzas de las Escrituras del Antiguo Testamento. Los
multilaterales temas de la verdad se destacaban con una nueva luz.
Es la contrición, la fe y el amor lo que habilita al alma para recibir
sabiduría del cielo. La fe obrando por el amor, es la llave del
conocimiento, y todo aquel que ama “conoce a Dios” 1 Juan 4:7...
“El
siguiente día, quiso Jesús ir a Galilea, y halla a Felipe, al cual
dijo: Sígueme”. Felipe obedeció el mandato, y en seguida se puso también
a trabajar para Cristo.
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